Llegamos aquí a un punto clave para mí. Precisamente, la constante reflexión sobre el papel de la evaluación en el proceso de enseñanza-aprendizaje, es en una proporción muy grande, la responsable de haberme traido hasta aquí. Como docente inquieto que soy, trato de preguntarme si las cosas podrían hacerse de otra manera, de investigar en la medida de mis posibilidades, de formarme...; y he de admitir, que muchas veces, en mi propia formación, me he sentido frustrado o decepcionado. Muchas veces, haces un gran esfuerzo, esperando, sino encontrar una respuesta o una solución, sí al menos alguna pista o algún indicador que dirija tus pasos hacia la dirección en la que te gustaría caminar. Supongo, que al final nada es en vano, y que esas decepciones sirven al menos para descubrir que te toca "seguir buscando." A lo largo de ese proceso personal, la evaluación ha ido ganando un lugar preferente dentro de mis preocupaciones como docente, y creo que he encontrado la dirección en la que me gustaría caminar. De una manera muy simplista, siempre trato de explicarme diciendo que si estoy arreglando mi casa y quiero comprar unos azulejos, cuantos más detalles le de a la persona que me los va a vender más fácil será que me ofrezca el producto que necesito: en la medida en que esa persona conozca lo que busco, mejor podrá hacer su trabajo. Pues esta es la manera en que pienso que me gustaría trabajar con mis alumnos. Muchas veces, los profesores tenemos super claro por qué estamos haciendo algo y a dónde queremos llegar con esas clases que preparamos, qué deben haber aprendido al finalizar, etc.; pero los alumnos también deben tenerlo claro. Si ponemos la evaluación al principio del proceso de enseñanza-aprendizaje y no al final, si se convierte en el punto de partida que encamina los pasos de nuestras actividades y tareas, sabiendo en todo momento lo que se espera obtener, con unos indicadores detallados que clarifiquen cómo debe trabajarse, lo más seguro es que los resultados mejoren, como pasó al comprar los azulejos.
Generalmente, en mi práctica docente, con mis niños de primero y segundo de primaria, las cosas son muy progresivas, muy paulatinas y secuenciadas. La observación sistemática juega un papel muy importante y poco a poco vamos dando indicadores que nos sirvan de guía. Por ejemplo, cuando hacemos una pregunta, se puede responder de forma correcta y decir que eso "vale un punto;" de forma correcta y con buena letra y decir que eso vale "2 puntos;" de forma correcta, con buena letra y muy detallada, lo que valdría "3 puntos..."
Ellos solos, en la medida que ven reconocido su trabajo, se esfuerzan por puntuar lo mejor que pueden y entre ellos se pueden autoevaluar y decirse "muy buena respuesta, pero tienes que mejorar la letra." Me parece que no sólo estaremos evaluando, sino dotando a los niños de una herramienta para poder ayudarse, para poder ser "amigos críticos," para saber cómo mejorar. Busco por tanto, no solo una mera evaluación que me permita comprobar los contenidos que hayan aprendido, sino su propio proceso personal en algo tan necesario a esas edades como "aprender a aprender."
Me siento muy satisfecho, aunque en constante búsqueda. Satisfecho, porque creo que voy mejorando y cada vez doy más recursos a mis alumnos para interactuar, para reflexionar, para autocriticarse y para que tengan claro el motivo por el que están haciendo algo. Y también porque pienso que obtengo la información que necesito desde el punto de vista de la finalidad de la evaluación, ya sea diagnóstica, formativa o sumativa.
Considero, eso sí, que aun debo seguir puliendo y mejorando muchos aspectos en este sentido (y en otros muchos). Debo considerar nuevas herramientas para evaluar, y aunque la observación y las "mini-rúbricas" seguirán siendo fundamentales, es mi intención incorpar portafolios y sistematizar el uso de las rúbricas entre mis alumnos.
No comments:
Post a Comment